La gestión de la innovación




Aunque existen diferentes enunciados del término innovación, en un sentido amplio se puede decir que la innovación es sinónimo de cambio; sin embargo, al detallar este concepto se encuentran definiciones más precisas como la expuesta por la Confederación de Industrias Inglesas (1992), que dice que la “Innovación es el éxito de la explotación de nuevas ideas. La relación entre sí, y la tecnología con los elementos comerciales de gestión, mercadeo y conocimiento”; mientras el manual de Oslo de la OCDE (1997), en su segunda versión, la explica como la introducción en el mercado de productos tecnológicamente nuevos o mejorados, así como la utilización de métodos de producción con mejoramiento tecnológico..., y que lo han realizado por un período determinado.

Schumpeter (1942), quien concibió la innovación como una de las causas del desarrollo económico, la entendió como un proceso de transformación económico, social y cultural, definida como la introducción de nuevos bienes y servicios en el mercado, el surgimiento de nuevos métodos de producción y transporte, la consecución de la apertura de un nuevo mercado, la generación de una nueva fuente de oferta de materias primas y el cambio en la organización en su proceso de gestión, entregando por lo tanto una postura más completa que tiene en cuenta varios elementos de la empresa.

Después de los noventa, se han suscitado otras tantas definiciones que han sido influenciadas por los postulados de Schumpeter, pero que presentan algunas variaciones, como es el caso de Nick Waterman (1998), quien dice “La innovación cuando tiene éxito, es un cambio a mejor”; mientras que la Industria de Canadá, en Innovando para el éxito: Una guía práctica para las pequeñas empresas (1998), define: “La innovación es un nuevo mejorado procedimiento, producto o servicio”. En cualquier caso, se puede decir que todas éstas reúnen entre sus principales componentes la generación de nuevos productos o la incorporación de nueva tecnología en un mercado a través de la explotación comercial.

Clasificación de la innovación

Aunque Freeman (1971) ubicó una escala de cinco puntos para diferenciar las innovaciones, en sistémicas, importantes, menores, incrementales y no registradas, la gran mayoría de los autores se han acogido a la categorización propuesta por Schumpeter (1944), quien presenta dos tipos de innovación denominadas incremental y radical. Ésta fue ampliada por Rodríguez (2006) en su libro “La dinámica de la innovación tecnológica”, que clasifica a la innovación en dos niveles, el primero lo denomina atendiendo a su originalidad, diferenciando las innovaciones entre radicales, incrementales y de siguiente generación; y el segundo nivel lo denomina atendiendo a sus resultados, en donde se encuentran las innovaciones de producto, procesos y de mercado. Esta clasificación se explica a continuación.

Atendiendo a su originalidad: Innovación radical: es el resultado de un proceso sistemático y organizado de I+D; se identifica porque cambia las características del sector productivo y requiere inversiones importantes en dinero y tiempo para llegar a ser explotado comercialmente, posibilita los cambios revolucionarios y las transformaciones decisivas (Schumpeter), ya que suponen aportes novedosos y totalmente distintos en la sociedad y en la economía, a pesar de que representan un mayor riesgo.

Innovación incremental o gradual: no propone cambios sustanciales en los procesos, productos y sistemas de gestión, a pesar del grado de novedad que desarrolla. En términos generales requiere una menor inversión y poco riesgo. Este tipo de innovación responde especialmente a la supervivencia de la empresa, tanto en la mejora de los productos como en la reducción de costos en el proceso.

Innovación tecnológica de siguiente generación: indica los cambios en un sistema tecnológico que no alteran la funcionalidad, pero si el comportamiento, la seguridad, las características, la calidad o reduce los costos.
Atendiendo a sus resultados: De producto: contempla, además de la fabricación y comercialización de nuevos productos, mejoras en los productos existentes o desarrollo de nuevos productos, incorporando nuevos desarrollos tecnológicos o adaptando los procesos ya existentes.

De proceso: se introducen nuevos procesos o se modifican los existentes a través de nuevas tecnologías para mejorar la productividad o la racionalización de una empresa.

De mercado: cambios de formas y estructuras de mercados existentes, teniendo en cuenta los cambios de patrones del consumidor.

El proceso innovador

Cooper (1990) presenta el proceso de innovación como un sistema complejo, enfocado desde la perspectiva del éxito de las estrategias de la innovación de productos, a través de lo que él define como dos procesos independientes y paralelos: el proceso de desarrollo y el de evaluación. Con esto lo que propone Cooper es analizar el proceso de la innovación bajo una perspectiva estratégica. Por su orientación hacia la innovación de producto, desarrolló uno de los modelos de innovación más difundidos en el mundo.

El proceso innovador se inicia en la creatividad para dar lugar a la generación de ideas, y termina en la invención y puesta en el mercado del producto. Este proceso lo han explicado diferentes autores, a través de una serie de modelos que intentan exponer las fases que se deben seguir para llegar a los resultados que la empresa se propone en el tema de innovación.

El desarrollo de cualquier modelo de innovación es complejo, ya que es complicado preestablecer las pautas a seguir, pues es necesario tener en cuenta los inconvenientes y los límites temporales, las características del contexto, la interacción desconocida entre variables, la influencia de las personas e inclusive sus planteamientos ideológicos en la dinámica del equipo de trabajo, los límites geográficos relativos y los resultados que pueden obtenerse. Sin embargo, esto no ha limitado que se presenten algunas propuestas, como la planteada por Escorsa P. y Valls, J. (2005), quienes destacan cuatro principales modelos de innovación.

Modelo lineal: A partir de la Segunda Guerra Mundial se adoptó el “Modelo lineal de innovación”, con su énfasis en la oferta del conocimiento científico, el cual expone que la ciencia conduce a la tecnología y ésta a su vez transforma la ciencia básica en aplicaciones comerciales que buscan satisfacer las necesidades del mercado; dicho de otra forma, la investigación básica conduce a la “invención” y luego a la innovación, es decir, al lanzamiento al mercado de la novedad. Pere Escorsa Castells (2005) considera que este modelo no es realista y por el contrario demasiado teórico, ya que la ciencia básica no siempre genera innovación al mercado, pero presenta la virtud de clarificar conceptos.

Dentro de los opositores del modelo lineal se encuentran Edquist y Hommnen, (1999, pag 63-79), y basan su crítica en la simplicidad del modelo. De igual forma Tessa Goverse (2003) argumenta que este modelo no incorpora mecanismos de reacción en el proceso, en donde se presentan defectos o fallos esenciales que no se tienen en cuenta y no se controlan.

Modelo Marquis: Este segundo modelo de innovación propuesto por Schmookler (1966) está centrado en la demanda del mercado, el cual expone que tanto las innovaciones como las invenciones parten de ideas que son generadas desde cualquier parte de la empresa y no necesariamente de I+D, la mayoría de éstas vienen de los clientes y las recoge el departamento comercial. Schmookler, define dos requisitos indispensables para que la innovación sea posible: la factibilidad técnica y la demanda potencial; a partir de allí se examinan las posibilidades de la tecnología actual y si con ésta no es posible se devolverá hasta la investigación básica o la investigación aplicada, según sea el caso. En este sentido, la secuencia de la innovación empieza con la formulación de la idea, pasa a la investigación y obtención de la solución y termina en la implementación y difusión, es decir, la penetración masiva del producto en el mercado o el uso de la nueva tecnología en la práctica industrial.

Modelo de la London Business School: Este modelo definido por Chiesa, Coughlan y Voss (1996) se basa en la buena práctica de cuatro procesos fundamentales: la generación de nuevos conceptos, el desarrollo del producto, la innovación del proceso y la adquisición de la tecnología. A su vez, estos procesos presentan como requerimientos: recursos humanos y financieros, sistemas y herramientas adecuadas, y apoyo de la dirección; el resultado esperado del proceso de innovación es la competitividad en el mercado.

Modelo de Kline: Denominado modelo de enlaces en cadena o cadena-eslabón, es considerado uno de los modelos más completos que existen, en donde en vez de tener un único curso principal de actividad, se cuenta con cinco caminos o trayectorias, que conectan las tres áreas de relevancia en el proceso innovador: la investigación, el conocimiento y la cadena central del proceso de innovación tecnológica.

La Gestión de la innovación

La gestión de la innovación se ha definido como el proceso orientado a organizar y dirigir los recursos disponibles, tanto humanos como técnicos y económicos, con el objetivo de aumentar la creación de nuevos conocimientos, generar ideas que permitan obtener nuevos productos, procesos y servicios o mejorar los existentes, y transferir esas mismas ideas a las fases de fabricación y comercialización. Esta iniciativa surge a principios de los ochenta a través de la gestión de investigación y desarrollo (I+D), y buscaba mejorar el uso de recursos materiales y humanos para producir conocimientos. Sin embargo, posteriormente las empresas comprobaron que no era suficiente con resolver los problemas de I+D (investigar por investigar), ya que lo importante es que los resultados se evidencien a través de la innovación al generar nuevos productos o procesos, y por lo tanto beneficios empresariales. Luego, la gestión de la innovación incluye tanto la gestión de I+D, como la fabricación y el lanzamiento de nuevos productos, y los estudios de las razones de éxito o fracaso en el proceso de comercialización.

A pesar de que la innovación se basa en el dinamismo y la necesidad de cambio, cuando ésta se operacionaliza difícilmente es espontánea, ya que debe planearse e incorporarse a la estrategia empresarial. En este sentido existen dos vías para incorporarla: bajo una estrategia tradicional, donde la tecnología es una alternativa secundaria que se utiliza luego de conocer los mercados y los clientes y las necesidades que de ellos se reconozcan, y en caso de que la empresa no la tenga, podrá adquirirla; la segunda se basa en fijar la tecnología, y buscar productos y mercados, que se desarrollan por empresas líderes tecnológicos.

En los últimos años se ha cambiado el concepto de gestión de la innovación por el de gestión de tecnológica, entendiendo que la innovación se incorpora a la estrategia empresarial, aunque éstos términos son utilizados indistintamente, la gestión de tecnológica es definida por Dankbaar (1993) para explicar cómo mantener y mejorar la posición competitiva de la empresa mediante la utilización de la tecnología, la cual comprende todas las actividades de identificación y obtención de tecnologías, investigación, desarrollo y adaptación de nuevas tecnologías, tanto de producto como de proceso, incluyendo las funciones de la dirección.

La gestión de tecnológica incluye tres clases de tecnologías: de producto, de proceso y las tecnologías utilizadas en funciones auxiliares, las cuales normalmente se administran en los departamentos de I+D, ingeniería, e informática y telecomunicaciones, respectivamente.
Fuente:Ceipa