El fomento de los valores en una organización supone que sus miembros se
identifican con ellos, para lo cual la gerencia debe asumir la responsabilidad
de definirlos, informarlos y cultivarlos, de acuerdo con su propia misión.
Podríamos
decir que se trata de un compromiso de “doble vía”. Los líderes tienen una
función en la promoción de los valores organizacionales, pero el resto de los
miembros tenemos la responsabilidad de conocerlos y la decisión de
practicarlos.
El
mayor de los retos no es teórico sino práctico.
Las
organizaciones están fomentando valores todo el tiempo, a través de todas las
actitudes y comportamientos de sus dirigentes, cualquiera que sea su nivel.
Todas sus acciones transmiten valores.
Por
ejemplo, si una empresa debe impartir un curso en un día no laboral, tiene que
comunicar adecuadamente las razones del caso. De lo contrario, la organización
termina transmitiendo que el entrenamiento no es trabajo y su importancia se
desvaloriza.
Otro
ejemplo de una situación en la que se transmiten valores contrarios a los
deseados, ocurre cuando los jefes no asisten a los cursos a los que envían a
sus subordinados, o cuando hacen lo contrario a lo que se dijo en el curso; o
cuando tratan de estimular un esfuerzo o la creatividad con el argumento de que
es “algo fácil”.
Promover
en las organizaciones valores como el trabajo, el mejoramiento continuo, la
excelencia personal, el aprendizaje, o la proactividad, requiere de mucho
coraje y un esfuerzo especial de los líderes. Lo que hacemos o dejamos de hacer
modela mucho más que nuestras palabras.
Incluso,
personas del mismo nivel en la organización también transmiten referencias de
sus propios valores personales. Por ejemplo, las personas poco colaboradoras en
un trabajo terminan perdiendo aprecio y relevancia para sus compañeros.
Además
de definirlos en términos de conductas específicas, las organizaciones deben
ocuparse de mostrar los beneficios prácticos que produce el ejercicio de los
valores. No es recomendable asumir que se trata de algo obvio. Es mejor hacer
explícita esa asociación.
La
metodología más eficiente para el fomento de valores es la que pone énfasis en
reforzar las buenas prácticas y las conductas que mejor reflejan la cultura
organizacional deseada. Ésta es la vía comprobada y efectiva para estimular que
se asuman principios con convicción. Las amenazas y los castigos, en el mejor
de los casos, sólo logran generar temor, pero no convicción.
El
principio del refuerzo positivo es simple: No se puede obligar a la gente a que
haga bien lo que no quiere hacer. Ello además no supone que los errores deben
pasarse por alto o que no se debe ser severo. Pero el refuerzo positivo es
mucho más que una palmadita en la espalda. Para que esta metodología funcione
se debe elogiar a la gente de inmediato, se debe ser específico en el
comportamiento reconocido, y se deben expresar los sentimientos positivos que
nos hacen sentir la práctica del valor. Si esta metodología se practica de
manera sistematizada se produce un ambiente organizacional que funciona como un
círculo virtuoso de reproducción de valores.
Fuente: elvalordelosvalores