Miles de personas en Colombia y en el mundo se ven afectadas a diario por lo que conocemos comúnmente como un Desastre Natural, que no es más que la manifestación física del cambio de la tierra en su evolución normal.
Sin embargo, todos aquellos que se dedican
al estudio de estos eventos, coinciden en que el desastre solo se califica como
tal cuando hay vidas humanas involucradas; bien porque se pierden muchas de
ellas, o bien porque las personas quedan sin propiedades, sin trabajo, sin
tierra, ocasionándoles una calamidad. Pero si un fenómeno natural ocurre sin
afectar a las personas, así sea muy poderoso, no toma la categoría de desastre.
Realmente podríamos decir que el desastre
natural no existe. La causa para que se materialice un desastre está en que las
poblaciones crecen alrededor de zonas altamente vulnerables frente a la
manifestación del cambio terrestre, sea un movimiento telúrico, un huracán, una
erupción volcánica, etc.
Por supuesto, siempre hay una razón para
ubicarse en lugares de alto riesgo: algunas poblaciones crecen desde las faldas
de los volcanes porque son tierras muy fértiles o en las laderas de los ríos
porque están cerca del agua, las ciudades crecen sobre humedales porque los
terrenos son baratos o en los cerros porque son tierras sin dueño, pero ninguno
advierte la realidad de los peligros relacionados con el lugar que escogió para
vivir. Sólo hasta cuando ocurre por ejemplo, una avalancha que arrasa el
asentamiento de la ladera del río en época de lluvia o una gran inundación en
el barrio construido sobre el humedal, es cuando el ser humano entiende que es
en extremo vulnerable. Los peligros siempre existirán, pero estos no
representan riesgo cuando las personas se preparan.
Un solo problema humano se evidencia en
estas situaciones y es la falta de conocimiento. Si las personas conocen los
peligros de la zona que ocupan, pueden analizar que tan vulnerables son y así
mismo, al reconocer la debilidad frente al peligro, pueden analizar qué tan preparados
están para enfrentarlo en caso de que se presente, de manera que el efecto
final no sea un desastre.
Son realmente graves las consecuencias que
se derivan de un desastre porque al quedar expuesto un ser humano, se presentan
múltiples problemas sociales y económicos debido a que sus necesidades básicas
quedan descubiertas. Comienza inmediatamente una lucha por sobrevivir que
conlleva nuevas calamidades y serios conflictos pues en ese momento, ya no se
es vulnerable frente a la naturaleza sino a otros seres humanos. Por ello es
fundamental y URGENTE empezar por educarnos en todos los niveles de la sociedad
ya que casi todo el planeta está de una u otra forma amenazado por algún
fenómeno natural.
Muchos esfuerzos se están realizando
actualmente para educar y crear cultura con respecto a la actitud a tomar en
caso de desastre. El objetivo es que las personas sean cada vez más conscientes
para saber defenderse y controlar al máximo una situación por sí mismas.
En el ámbito mundial encontramos hoy
campañas como La reducción de desastres comienza en la escuela promovida por la
UNESCO bajo el pleno convencimiento de que la educación erradicará en el futuro
la vulnerabilidad frente al desastre.
En Colombia, la Dirección de Prevención y
Atención de Desastres se encuentra trabajando con todos los países del área
andina en el tema de la gestión integral del riesgo, donde el análisis de zonas
altamente vulnerables y la creación de cultura en la sociedad entera hacen
parte de la agenda.
Promovamos desde nuestro lugar de trabajo,
en nuestro núcleo familiar, el conocimiento sobre los posibles desastres que
podamos enfrentar y comencemos a prepararnos.
Fuente: www.unesco.org / www.fopae.gov.co / www.dgpad.gov.co / Sura